Hasta aquí nada estaría fuera de lo normal, salvo porque en esa campaña, Galicia sintió celos de Australia.
El anuncio de “Galicia Viva” de 2003, hecho para mitigar el efecto nefasto del Prestige incluía en el apartado de grandes lonas para fachadas de Madrid y Barcelona, así como en anuncios a toda página y en color en periódicos de tirada nacional, un paisaje boscoso fotografiado ese mismo año.
El problema es que se trataba de un eucaliptal (Eucalyptus globulus), que es el monocultivo de una planta invasora introducida durante el Franquismo con el apoyo de las celulosas y que afecta gravemente a los ecosistemas gallegos.
A principios de agosto, en lo más crudo de los incendios en Galicia, un vecino llamaba a una radio para denunciar lo que a su entender era una de las claves de la catástrofe: «Han sembrado los montes de árboles de dinero rápido y lumbre fácil». ¿Qué quería decir con esto?
Pues lo que muchos critican en Galicia y en el resto del España: que gran parte del territorio no está tapizado de bosques auténticos, sino de apretadas plantaciones de especies comerciales con poca biodiversidad y propensas a los fuegos. Más del 70% de la superficie forestal gallega está poblada por el eucalipto azul australiano ('Eucaliptus globulus') y pinos como el de Monterrey ('Pinus radiata'), originario de California y usado en todo el mundo por su rápido crecimiento.
Galicia fue pionera en el siglo XIX en la entrada del eucalipto en España. Pero aquellas primeras siembras fueron casi una anécdota. El gran proceso de 'australinización' gallega se aceleró a partir de los años 40 y 50, cuando el Gobierno de Franco buscó nuevos rendimientos para un medio rural que se despoblaba. A las plantaciones en Extremadura, Huelva, Asturias y Galicia siguió la creación de fábricas de celulosa, pues la pasta de papel es el mejor destino para el eucalipto. La papelera de Ence se inauguró en Pontevedra en 1957 y hoy es el primer productor europeo y el segundo mundial de celulosa de eucalipto.
El Mundo
La respuesta contra la cagada, no se hizo esperar, con decenas de llamadas y artículos en periódcios para protestar por mostrar este paisaje “tan natural” de una especie invasora y que está acabando con el paisaje tradicional de Galicia de Carballos (Quercus robur) y Castaños (Castanea sativa).
«Galicia viva»: canguros vivos
EN LAS ÚLTIMAS semanas, diferentes medios de comunicación dan cabida en sus páginas a una campaña de publicidad institucional que trata de promocionar el turismo rural en Galicia bajo el lema «Galicia viva, sensaciones vivas». Una de las fotografías más difundidas llama especialmente la atención por que muestra una casa -presumiblemente de turismo rural- en el medio de un mar de color verde. Si uno se detiene unos segundos sobre la fotografía ve con estupor que se trata de una plantación de eucaliptos. Desde luego, la campaña produce sensaciones , pero de espanto.
Vamos a ver, ¿alguien se puede imaginar una campaña de promoción de nuestra tierra mostrando una granja de avestruces o de nuestra gastronomía mostrando un plato de canguro? No. Pues eso es ni más menos lo que nos muestra esa foto, un cultivo de una especie australiana utilizada para fines industriales. Evidentemente se puede argumentar que la foto muestra la realidad, pero yo no he visto campañas que traten de promocionar el turismo mostrando los barrios más abandonados de nuestras ciudades ni, dicho sea de paso, los efectos del chapapote en nuestras costas por impresionantes que pudieran ser las imagenes. La pregunta es evidente: ¿por qué esa foto? ¿por qué no muestras de nuestros bosques autóctonos, de la fraga del Eume, de los Ancares, del Courel, en donde por cierto también hay alojamientos de turismo rural?
La respuesta es clara. Bajo esta anécdota, aparentemente sin importancia, hay una cuestión de fondo que sin darse cuenta nos muestran los responsables de la campaña, que es la nula consideración que para ciertos sectores del país tiene nuestro patrimonio biológico. Eso sí lo refleja la fotografía; es una cuestión de cultura y de sensibilidad, y lamentablemente esto no es tan común. Vivimos en una latitud que posibilita que nuestros bosques estén dominados por robles, abedules, etcétera, árboles de hoja caduca que conforman un paisaje con mil caras a lo largo del año. Las formas, los colores, los paisajes cambian; disfrutamos con las estaciones y exigimos que esa sea la seña de identidad de nuestra tierra y no un paisaje estático del que sólo el fotógrafo podría decir en que estación del año se hizo la foto. ¿Tan difícil es entenderlo?
Edward O. Wilson, un conocido biólogo evolutivo de la Universidad de Harvard, escribió hace ya tiempo que las sociedades poseían tres tipos de patrimonio: el económico, el cultural y el biológico, y que su desarrollo depende de en qué medida los tres son cuidados y mantenidos. No entro en los dos primeros, pero nadie bien informado -que no cobre por opinar lo contrario- discute hoy que el patrimonio biológico gallego está en una situación lamentable. Ni la escasa superficie protegida -por otra parte mal gestionada- puede disimular un paisaje arrasado, dominado por plantaciones de pinos y eucaliptos, pistas, canteras, etcétera, en el que cada vez resulta más difícil pasear por un bosque. Mientras nuestra sociedad, y sobre todo nuestros políticos, no sean conscientes de que nuestro patrimonio biológico es un pilar fundamental en nuestro desarrollo como pueblo, estaremos perdidos.
Termino ya. En los últimos días me han llamado varios compañeros sorprendidos por la citada fotografía, que al parecer es motivo de comentarios jocosos en distintos centros de investigación de nuestro país; también me consta que sirve de ejemplo negativo en algunas aulas universitarias. Me he comprometido, y cumplo con estas líneas, a solicitar públicamente que la foto se complete con la presencia de un hermoso canguro vivo que sin duda atraerá más el turimo. Así esa estampa gallega quedaría completa.
Javier Guitián, Coordinador del Departamento de Botánica de la USC
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