En general, podemos afirmar que los vegetales son organismos que poseen un modo de vida autotrófico, si exceptuamos ciertos grupos y formas especializadas. Deben esta capacidad a la presencia de pigmentos fotosintéticos que permiten transformar la energía lumínica en energía química, necesaria para el funcionamiento de su metabolismo.
En la mayoría de los casos son organismos inmóviles, pues no necesitan ir en busca de alimentos como ocurre con gran parte de los animales; sin embargo, muchos vegetales son móviles, al menos durante algunas etapas de su vida (se trata, casi siempre, de organismos ligados a ambientes acuáticos).
Con respecto a los animales, también existen diferencias en cuanto a su citología y desarrollo. La célula vegetal presenta unas características claramente diferenciadas. Una de las estructuras más interesantes es la pared celular, constituida en la mayoría de los casos por celulosa y otros polímeros complejos, que confiere a la célula vegetal una rigidez de la que carecen las células de los animales. La celulosa tan sólo se encuentra en el grupo zoológico de los tunicados, y está presente en todas las plantas y en la mayoría de los vegetales, excepto en los hongos, los vegetales procariotas y muchas formas unicelulares.
El paso de zigoto a organismo adulto es extremadamente sencillo en vegetales; sólo se considera que existe desarrollo embrionario en vegetales superiores, y el embrión consiste en unas pocas células (4 u 8) a partir de las cuales se desarrollarán los distintos órganos de la planta. Además, los animales poseen un crecimiento definido, mientras que en la mayoría de los vegetales van a existir zonas que no cesan de crecer durante toda su vida.
Entre los vegetales y entre los animales, sobre todo en los organismos de menor complejidad estructural, hay excepciones en lo que se refiere a los caracteres indicados. Por ejemplo, muchos vegetales, como el grupo de los hongos, probablemente muy antiguo, presentan un modo de vida heterotrófico y deben nutrirse a partir de materia orgánica viva o muerta (parásitos o saprobios, respectivamente); sin embargo, su inclusión entre los vegetales no ofrece complicaciones si se atiende a su configuración y mecanismos de reproducción. Actualmente su estudio forma parte de la Botánica, pero se les sitúa como reino aparte (Reino Fungi o Mycota).
Existen muchos otros organismos que resulta complicado situar entre “animales” o “vegetales”. Es el caso de ciertos protistas (organismos unicelulares) que se estudian indistintamente en tratados de Zoología y de Botánica, pues se mueven e incluso capturan partículas alimenticias y disponen de pigmentos fotosintéticos que les permiten vivir autotróficamente.
A este tipo de organismos se les podría denominar mixótrofos u organismos mixotróficos y es posible que constituyeran el origen común de las dos grandes series evolutivas; una de ellas ha conducido a lo que popularmente conocemos como plantas, y la otra finaliza en los animales típicos.
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