domingo, 8 de noviembre de 2009

Elija su conspiración

El hombre nunca pisó la Luna, Hitler agrupaba judíos en Auschwitz para enviarlos de viaje al África tropical, Elvis no murió en Memphis sino que se ocultó en Brasil, pero McCartney sí había fallecido cuando su doble compuso Let it be. Las teorías de la conspiración no son un fenómeno nuevo y algunas, por disparatadas, divierten más que inquietan. ¿No hay que responder? El último en rebelarse ha sido Richard Dawkins, el biólogo (y ateísta) que dedica todo su último libro, Evolución (Espasa) a desmontar las teorías creacionistas.

Algunas teorías conspirativas triunfan porque encajan muy bien con ideas preconcebidas. Cuestionar el origen del sida convenía a algún gobernante africano incapaz de frenar la epidemia. Rechazar que el condón previene la infección suena bien a los puritanos. Presentar el cambio climático como un mito fue una idea aplaudida (y financiada) por las empresas sucias, petroleras a la cabeza. Negar el Holocausto funciona bien a los teócratas de Teherán; igual que el empeño en que explotó Titadine en Atocha pretende sobre todo lavar la cara de quienes no decían la verdad aquellos trágicos días de marzo.

¿Y la gripe? Lo tiene todo: una irrupción misteriosa, hoteles aislados y militarizados, mascarillas y trajes de astronauta, una campaña de vacunación masiva y, tenía que haber villanos, una OMS a modo de ensayo de gobierno mundial y un negocio millonario para la antipática industria farmacéutica. Faltaba un portavoz. Apareció Teresa Forcades monja y médica, buena comunicadora, que arrasa en YouTube mezclando datos ciertos, medias verdades, enigmas que no lo son y leyendas urbanas. Un discurso atractivo, seductor. Pero peligroso, similar al que en EE UU ha llevado a miles de familias, en su resistencia a los malvados laboratorios, a impedir que se vacune a sus niños de nada. Y, por tanto, a jugar con su esperanza de vida.

Ricardo de Querol en El País
- Vía Menéame

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