Una responsabilidad que lejos de modificar el carácter sosegado de los trabajadores del telescopio, sirvió para que estos demostraran que se puede contribuir a los grandes avances de la humanidad sin renunciar a una peculiar manera de entender el mundo y echando mano de la improvisación y de la chapuza para solucionar los imprevistos.
El observatorio que recibió las primeras imágenes de la Luna está situado en el pequeño pueblo de Parkes, en Australia y tiene un plato de 64 metros de diámetro siendo el radiotelescopio más grande del hemisferio Sur.
Sin embargo, todo esto no estuvo libre de problemas, ya que varias horas antes de la retransmisión perdieron al Apollo 11, debido a un corte de energía en el lugar y minutos antes de que la tripulación se posara sobre la luna, tuvieron problemas para retransmitirlo, ya que la tripulación adelantó varias horas el paseo y en ese momento no tenían la luna suficientemente alta para poder recibir bien las imágenes.
Además de que en ese mismo momento, estaban sufriendo vientos de más de 60 km/h y la antena, en un principio a esas velocidades de viento no podía funcionar, ya que 55 km/h era la velocidad máxima de seguridad, pero gracias al entusiasmo de los trabajadores de radiotelescopio, lograron poder recibir y mandar las imágenes para el mundo.
Las imágenes eran enviadas en un formato específico (Slow Scan TV, SSTV), que era necesario convertir a un formato más estándar para su difusión en televisión. Esta conversión se hacía en Australia, antes de enviar las imágenes a Houston, por lo que en Australia vieron posar a la tripulación del Apolo 11 sobre la luna unos 6 segundos, antes que los de la propia Nasa.
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Artículo realizado, después de ver la película: "La luna en directo" (The Dish en inglés)
Basado en hechos reales aunque con personajes y caracteres completamente inventados, La luna en directo se adentra en el papel que jugó un excéntrico y humilde equipo de científicos australianos en el legendario paseo lunar de Neil Amstrong y sus compañeros.
La luna en directo es una deliciosa comedia bientencionada y sencilla, tan ingeniosa como ingenua, que recupera el optimismo y la vitalidad de las mejores obras de Frank Capra y en la que los personajes están tratados con un respeto y una ternura poco habitual en el cine reciente. Un filme tierno, reconfortante, profundamente humanista y en cierto sentido conservador. Puro y gozoso cine de entretenimiento que no necesita camuflarse tras ninguna coartada intelectual o comercial y que durante una hora y media nos devuelve la confianza en la raza humana.
Encabezando el reparto encontramos a Sam Neill (El piano, El hombre que susurraba a los caballos, Parque Jurásico,...) que encarna al tranquilo y atormentado director del equipo responsable del telescopio. Entre la galería de entrañables y excéntricos personajes que pululan por la película destacan el eficaz guardia del telescopio (uno de los grandes hallazgos cómicos del filme), el alcalde bonachón de Parkes (atención a su parecido con Lou Grant) y el irónico y conflictivo técnico Ross Mitchell que protagoniza algunas de las escenas de mayor intensidad dramática.
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